No es fácil ser consistentemente bueno, pues la Mente frecuentemente lo dicta de otra manera. La inhabilidad de domar la Mente llega a ser entonces, la fuente del sufrimiento. En el budismo Chan se dice que: “el lograr el estado de Buda es lo mismo que domar la Mente; amaestrar la Mente es el camino para llegar a ser un Buda”. El domar la Mente es poder deshacerse de nuestras costumbres, renunciar a todos los apegos y a la vez estar conscientes de nuestra Naturaleza Primordial. El Buda estaba consciente de la naturaleza absoluta de la Mente. Es por esta razón que uno puede hablar a la perfección de sus obras pues
 ellas son la manifestación de la Mente pura. Por lo tanto, se puede decir que la Mente del Buda es completamente libre. Como las personas comunes no entienden o reconocen la naturaleza de la Mente, ellas no pueden hacer que su Mente trabaje para ellas en la manera que a ellas les gustaría. Cuando necesitan recordar algo ocurrido, éstas no pueden hacer que la Mente recuerde lo que ya ha sido olvidado. Sin embargo, la Mente persiste en recordar lo que ellas desean olvidar.
Cuando vemos con claridad nuestra Naturaleza Primordial podemos superar los retos de la vida y resolver nuestros problemas. La capacidad de hacer buenas obras se debe a nuestros buenos pensamientos que generan buen karma. El Buda enseña que cada cual crea y experimenta su propio karma. La doctrina del karma es sutil y muy intrincada. Reducida a su significado más elemental, el karma representa la suma total de nuestras acciones y su manifestación en pensamiento, palabra y obra. Se puede entender como la manifestación de una relación de causa y efecto, o lo que es lo mismo, la manifestación de causalidad.
El propósito fundamental de la meditación es ayudarnos a reconocer la naturaleza de la Mente, a adquirir maestría sobre ella y a hacernos conscientes de la claridad de ésta. El cultivo de la Mente es una tarea individual. Los fenómenos externos no son responsables de la creación de nuestros pensamientos. De hecho, es la Mente la que crea todos los fenómenos. Todos los estados del ser son creados por la Mente. Por ejemplo, cuando alguien cuenta un chiste, la Mente se libera de todas las preocupaciones. Esta liberación crea un estado de bienestar. No es el chiste el que crea este estado. El chiste solo juega un papel de catalizador. El chiste simplemente cambia el punto de concentración de la Mente y permite que los pensamientos negativos se alejen. Si la Mente no fuera capaz de reenfocar los pensamientos, el chiste no generaría en nosotros un cambio de humor. Simplemente dicho, un estado de bienestar puede solamente ser inducido si así lo escogemos y esta selección se hace con la Mente.
La Mente de una persona ordinaria esta generalmente obscurecida por sus apegos a dualidades como “el bien” contra “el mal” o lo “correcto” contra lo “incorrecto”. La Mente de un sabio o de una persona que ha logrado completa iluminación, y que ya no esta sujeta a la muerte y renacimiento, se encuentra constantemente en un estado de vacío y de comprensión. En realidad, el vacío y la comprensión no son sino dos características de la Mente Pura. Ningún pensamiento de tal individuo esta nunca separado de la Mente. La Mente Pura no es un vacío. Al contrario, es muy creativa y amoldable. Al igual que una copa de vidrio, su propósito de contener y transportar agua no se puede realizar sin antes estar vacía. Si uno tiene apegos, entonces uno no puede ver la realidad, porque la Mente no es pura. Todo pensamiento o estado anímico se origina en la Mente. Dentro de esta claridad se encuentra la gran perfección y liberación. Dentro de esta gran perfección se encuentra la claridad.
Por lo tanto, para alcanzar la iluminación total y poder controlar la Mente, hay que primero amaestrar la Mente. Por ejemplo, la ambición y la rabia desmedidas originadas en la Mente modifican la conducta humana. Entonces, cuando la rabia y la ambición embargan a una Mente no entrenada en ser ama de sí misma, la Mente se hace esclava de esas emociones bajo la presión del pensamiento conceptual. Una persona ordinaria queda atrapada en el ciclo de muerte y renacimiento a causa de una Mente indómita. Una persona ordinaria es aquella que no ha logrado maestría sobre su Mente.

Los Hábitos

Las emociones y los hábitos de una persona son cultivados de una manera individual. Con la práctica de la meditación viene la internalización de que todos los pensamientos son creados por la Mente y que reciben instrucciones desde dentro de nosotros. En una palabra, un pensamiento que no ha provenido desde nuestra Mente nunca puede aparecer en la Mente.
Los pensamientos involuntarios o, dicho de otra forma, nuestros hábitos nos impiden obtener la maestría sobre nuestra Mente. De allí surge el dicho de que “lo que es habitual se convierte en natural”. Nuestros hábitos o costumbres llegan a ser una segunda naturaleza en nosotros y esa segunda naturaleza se convierte en nuestros reflejos. Estos reflejos son tan familiares que llenan todo el espacio de nuestra Mente. Esto explica el por qué, al nacer, no necesitamos que emociones como la rabia y la envidia nos sean enseñadas. Estas emociones habituales se manifiestan sin ser llamadas, lo que significa que ellas se han cultivado gradualmente y se conducen de una forma automática. En las actividades del día a día cada individuo necesita hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué me mantiene funcionando? ¿Qué me mantiene moviéndome? ¿Cómo se relaciona mi vida con mi entorno? Los hábitos motorizan a nuestro comportamiento y nuestro comportamiento esta condicionado por nuestros pensamientos habituales. Por ejemplo, consideremos a una persona que le encantan las hamburguesas. Al principio, el concepto de hamburguesa es un concepto sin significado para esa persona. Sin embargo, una vez que el gusto por la hamburguesa ha sido adquirido a partir de comer lo mismo todo el tiempo, entonces el comer hamburguesas se convierte en un fuerte hábito. Cada vez que uno va a un restaurante de comida rápida, la hamburguesa se convierte en la orden del día. Esta es la forma en que nuestros hábitos respectivos se crean y se convierten en nuestros patrones de comportamiento.
Cuando uno se acostumbra a tomar cierto camino todo el tiempo, se hace difícil que nos persuadan a cambiar de ruta; y es allí donde reside el meollo del problema. Cuando nuestros hábitos no están en sincronismo con el estado de nuestro entorno, entonces surgen los disgustos y las emociones se hacen turbias. La fuente del sufrimiento esta basada en la inhabilidad de abandonar nuestros hábitos.

La Mente

Todos lo seres conscientes poseen la Mente. La idea de que cada persona posee lo que se necesita para hacerse un sabio o para alcanzar el estado de Buda es parte inherente de las culturas orientales. En la cultura occidental tal concepto es virtualmente inexistente. Es un hecho el que cada individuo posee la Mente y que con empeño y determinación podemos sobreponernos a las aflicciones kármicas. Esto abre el camino hacia la iluminación. Por lo tanto, al dejar ir los apegos, la Mente se purifica y se logra la iluminación. El propósito de la meditación es el guiarnos a lo largo de ese sendero.
Todo individuo es como un granjero dueño de lote de terreno. La Mente puede ser cultivada de la misma forma en que un granjero cultiva su tierra. Los pensamientos son como semillas que el granjero siembra. Un buen pensamiento es una buena semilla sembrada en la Mente. De la misma forma, un mal pensamiento es una mala semilla sembrada en la Mente. Inevitablemente, estas semillas van a crecer y van a dar flores y frutos; cada individuo debe hacerse responsable por su cosecha. En otras palabras, uno vive de acuerdo a los hábitos que hemos cultivado. De acuerdo a la ley de causalidad, cada semilla sembrada producirá frutos. Esto explica por qué cada uno de nosotros llevamos vidas diferentes.
Los hábitos son obstáculos para lograr la iluminación. La humanidad sufre las consecuencias de acciones inducidas por el hábito. Todos los seres conscientes poseen una Mente. Sin embargo, para poder estar anclado en la Mente, todos nuestros hábitos deben ser abandonados para que no impidan la concientización del pensamiento. En otras palabras, los hábitos hacen que permanezcamos atados a las cosas materiales. Uno cae en la dualidad y la Mente se mantiene escondida. El estado de Buda es alcanzado a través de la liberación de los apegos a juicios personales, estructuras mentales y hábitos. Abandonando todo esto, la Mente puede revelar su Naturaleza Primordial.
¿Qué es la Mente pura? El Maestro dice: “yo estoy hablándole a Usted y Usted me esta oyendo. La capacidad de oír sin discriminación, sin la intervención de interpretaciones o juicios es una capacidad de la Mente pura”.
Si la Mente juzga y discrimina, entonces no puede ser llamada Mente pura. Esa es la Mente de la persona ordinaria que se encuentra controlada por apegos.
Tomemos por ejemplo el fenómeno de la audición. Unas personas pueden oír y otras no. El sordo esta conciente de que no puede oír los sonidos. Este saber es una característica inmutable de la Mente. La habilidad de estar consciente de la ausencia de sonido en el sordo no es diferente en nada de la habilidad de estar consciente de la presencia de sonido en las personas normales. Esta habilidad es inherente en todos los seres humanos, tanto adultos como niños. La Mente no posee forma, no discrimina y tampoco tiene ni comienzo ni fin. No puede ser creada o destruida. Todos poseemos la misma Mente. Ahora, debido a distorsiones la unicidad de la realidad se ha fragmentado en dualidad. Por lo tanto, la Mente discriminatoria hace que diferentes individuos oigan cosas diferentes aunque las mismas palabras hayan sido empleadas. Entonces, cada uno se forma una noción y conceptos diferentes basados en las mismas palabras como resultado de acondicionamiento a una forma especifica de pensar. Lo que ha sido manifestado por la Mente pura (la verdad) es comparado con lo que ha sido alterado debido a juicios o interpretaciones personales (realidad subjetiva).
Diez personas oyendo la misma charla pueden llegar a conclusiones diferentes. Veinte personas oyendo la misma charla pueden llegar a veinte conclusiones diferentes. Esto ocurre porque así como el granjero ha sembrado semillas diferentes que han producido flores y frutos diferentes, cada individuo cultiva hábitos diferentes que contribuyen a su karma personal. Uno cosecha lo que se ha cultivado. Es así de simple y sencillo. Por lo tanto, cuando uno encuentra alguna adversidad nadie más que uno mismo puede ser culpado. De la misma manera, cuando cosas buenas ocurren, la Mente debe mantener su estado de equilibro. Es importante recordar que el lote de tierra asignado a cada uno de nosotros es igualmente capaz de producir flores y frutos. Así como el agricultor cuyo duro trabajo resulta ser una buena cosecha, así uno cosecha los frutos de la vida cuando la vida se vive con Mente pura. La meditación ayuda a calmar la Mente y nos lleva hacia la concientización de la Mente pura.

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