Para sus defensores, la edad de este martillo se podría datar en millones de años, desafiando las creencias establecidas sobre la aparición en el planeta de las primeras civilizaciones humanas. Para otros no tiene más que un par de siglos de antigüedad y tan solo se trata de un engaño del personaje que lo custodia, Carl Baugh.

En el año 1934 o 1936 (existen dudas sobre la fecha) una pareja, El Sr. y la Sra. Max Hahn, encontraron  mientras hacían excursionismo, una roca de la que sobresalía un palo de madera, en la ribera de un arroyo en las cercanías del pueblo de London (Texas). En principio, no se sabe a ciencia cierta el lugar exacto del hallazgo y la roca madre, de haberla, de donde habría sido extraída la roca que contenía el martillo. La falta de marcas en la roca que envuelve al artefacto hace pensar a los expertos que ésta fue encontrada suelta, sin pertenecer o formar parte a una roca mayor ni estar estratificada. Con lo cual, a pesar de lo que afirman Baugh y sus colaboradores, no existen evidencias de ningún tipo ni se puede probar que la roca formase parte de ningún estrato, y por tanto, las estimaciones de su antigüedad  (Ordoviciano para Baugh. Silúrico para Walter Lang y Bartz), no tienen base alguna en la que asentarse.
martilloEl martillo apareció incrustado en el interior de una roca. La madera se encontraba petrificada y su cabeza de hierro fundida con la piedra que lo alojaba. Ante la escalofriante idea de que el martillo, para terminar en el interior de la roca, debía haberse construido antes de que esta se formase (unos millones de años atrás), los científicos decidieron olvidarla en el Museo Somerwell, de Texas. Posteriormente, análisis realizados sobre el martillo demostraron que el interior del mango estaba carbonizado y que la cabeza (perfectamente formada) había sido construida en hierro con un grado de pureza, solo alcanzable con tecnología moderna.
El mango del martillo muestra no haber estado exento en el proceso de “petrificación” que evidencian los árboles de los bosques texanos. El lento proceso de
petrificación prehistórica ocurrida en dicha zona, según los geólogos, data de hace 140 millones de años.  La cabeza, según estudios del Instituto Metalúrgico de Columbia, está conformada prácticamente en un 97 de hierro puro, un 2 por ciento de cloro y un 1 por ciento de azufre. Asombrosamente también se comprobó que el hierro había sufrido un proceso de purificación y endurecimiento, propios de una metalurgia del siglo XX.
La porción de piedra que rodeaba la cabeza del martillo también presentó anomalías, pareciendo haberse fundido con algún tipo de recubrimiento (vaina) del martillo. Como prueba física de está supuesto envoltorio se encontró una muesca regular. El análisis químico de esta “vaina” detectó también ciertas cantidades de potasio, silicio, cloro, calcio y azufre. Esta composición contradice a las hipótesis que postulaban que la cabeza del martillo pertenecía al fragmento de un meteorito, dado que los cuerpos de nuestro sistema solar no tienen tal naturaleza química.
El hecho de que la cabeza se haya encontrado fundida en la roca parece acusar que el proceso de incrustación se llevó a cabo bajo condiciones atmosféricas distintas a la actual (diferente presión atmosférica), probablemente según científicos, más concordantes a una época remota.
Se puede observar en ella la presencia de pequeños fósiles animales, una concha en incluso lo que parece una especie de proyectil. El estudio de estos restos fosilizados tampoco arrojan mucha luz sobre la antigüedad del martillo. Los pequeños animales fosilizados son típicos de la zona y engloban un rango de datación que va desde unas pocas décadas hasta un periodo indeterminado de varios millones de años. Ya que la piedra tiene una composición calcárea, químicamente soluble, todo lo que ella contiene, fósiles y por supuesto el martillo, podría haber quedado atrapado en ella de forma accidental en periodos relativamente cortos.
Este tipo de composiciones se han encontrado en muchas ocasiones en otros lugares, generalmente asentamientos mineros, donde la roca fue removida y mezclada con barro arcilloso, con el paso del tiempo esa composición se vuelve a solidificar dando lugar a estratos que contienen elementos nuevos con otros antiguos. En esa peculiar argamasa se pueden encontrar objetos de todo tipo, restos usados en la explotación minera o simplemente utensilios de la vida cotidiana de los trabajadores.
Por deducción, si se encontrara una cuchara junto a pequeñas almejas fosilizadas de hace varios millones de años, ¿Se podría deducir que la cuchara tiene la misma antigüedad que las almejas? Lógicamente no, conociendo la composición de la roca y su posible origen. A modo de ejemplo se podrían comentar los innumerables proyectiles encontrados en algunos páramos de Inglaterra, integrados en rocas calcáreas similares a las de este martillo. Se podría hacer un estudio de esas rocas y buscar en ellas restos biológicos milenarios para decir que antiguas civilizaciones hacían allí prácticas de tiro, a no ser, claro está, porque se sabe a ciencia cierta que esos proyectiles son de la Gran guerra y que incluso en muchos se puede leer su origen y procedencia.
 En el mango de madera no existen evidencias de petrificación alguna, tan solo se pueden observar algunas pequeñas muestras de carbonización en el extremo. La madera empleada y la forma del martillo coinciden con los típicos martillos usados en minería en el siglo XIX en esa zona de Texas. La práctica ausencia de mineralización de la madera podría indicar que ésta es relativamente moderna.
 Según Helfinstine y Roth (1994) se realizó una “tomografía de rayos X” del martillo en 1992, que no mostró inclusiones o irregularidades en la cabeza. Curiosamente,  Baugh lo interpretó como evidencia de “la metalurgia avanzada” de una cultura pre-diluviana, en lugar de una prueba más de que es un martillo relativamente moderno.
Baugh es presidente de la Pacific Internacional University, una universidad con 1989 alumnos matriculados que entrega títulos no homologados por la autoridades académicas de EEUU. El propio Baugh posee un “doctorado” y un “máster” en Arqueología emitidos por la institución que dirige. Creacionista de línea dura, incluso muchos personajes que apoyan la tesis del creacionismo le han dado la espalda por ver sus teorías y sus métodos un tanto fraudulentos y dudosos. Baugh también dirige el Creation Evidence Museum, en Glen Rose, Texas. Donde se pueden encontrar, a parte de este martillo y entre otros, los fósiles de las famosas huellas humanas junto a las de dinosaurios del río Paluxy, u otra pieza curiosa fosilizada que Baugh asegura que es un dedo humano.