
encontrar la causa del óptimo estado de conservación de los cerebros de los ancianos.
En las autopsias descubrieron que estos cerebros presentaban escasos ovillos o nudos neurofibrilares, que son conglomerados anómalos de proteínas compuestos por pequeñas fibras entrelazadas dentro de las neuronas, y son agregados hiperfosforilados de una proteína conocida como tau, que se acumula dentro de las células del cerebro y se cree que, con el tiempo, llega a matarlas. La principal función de esta proteína es la estabilización de los microtúbulos axonales a través de la interacción con otra proteína llamada tubulina, pero su exceso resulta dañino.

Presentaron un rendimiento cognitivo más alto de lo habitual para su edad las personas que tenían tan sólo unos pocos ovillos hiperfosforilados en el cerebro, mientras que los individuos con mayor cantidad de estos ovillos rindieron cognitivamente a un nivel normal para su edad, señalaron los científicos.
Los investigadores observaron en las autopsias, por otro lado, que el número de placas en los cerebros de estas personas era similar al de los cerebros del resto de los individuos. Estas placas, conocidas como placas amiloides, consisten en un conglomerado de otra proteína, conocida como beta-amiloide, que es producida por el cerebro de todos los humanos, aunque de manera limitada. Como los nudos neurofibrilares, las placas amiloides, que también se encuentran en pequeñas cantidades en cualquier cerebro de persona mayor, se hallan en los cerebros de los enfermos de Alzheimer en grandes cantidades.
En las pruebas realizadas antes de su muerte, los ancianos con cerebros sin nudos fueron capaces, por ejemplo, fueron capaces de aprenderse una lista de 15 palabras y de recordarla bien pasada media hora. También de recordar una historia que se les había contado inmediatamente después e incluso 30 minutos más tarde, con detalles incluidos. Según Geula, a partir de ahora serán necesarias nuevas investigaciones dirigidas a conocer el mecanismo celular subyacente a la resistencia a la formación de nudos neurofibrilares. Resultaría esencial comprender qué protege al cerebro de estos individuos contra la pérdida de memoria.
De hecho, las características moleculares y genéticas de los cerebros más resistentes al paso del tiempo y a los efectos de la proteína tau podrían, algún día, ayudar al ser humano a proteger el cerebro contra los efectos de la edad, aseguró el investigador.
La presente investigación forma parte de un estudio más amplio del CNADC que pretende identificar qué factores son importantes para mantener un rendimiento intelectual óptimo a partir de los 80 años. Para este estudio, se seleccionó a una serie de individuos de esa franja de edad, a los que se les están realizando seguimientos anuales con pruebas de habilidades cognitivas.
Las proteína tau, al igual que las placas amiloides, son el principal objetivo del estudio del Alzheimer. Tal y como explicó Geula en otro artículo publicado también por la Universidad Northwestern: “Tanto las placas como los ovillos forman parte de lo que consideramos la patología del Alzheimer, pero sólo cuando ambos elementos aparecen en muy grandes cantidades”.
De hecho, el desarrollo de terapias para esta enfermedad se ha centrado en ambas proteínas, como demostró un estudio cuyos resultados aparecieron publicados en Science.
En él, se cruzaron ratones propicios a desarrollar el Alzheimer con otros que carecían de la proteína tau, para crear tres poblaciones de ratones (todos ellos habían sido previamente modificados genéticamente): unos con niveles normales de tau, unos con una sola copia del gen de tau y unos que carecían de tau.
Así, se descubrió que los ratones con niveles de tau normales desarrollaron el Alzheimer heredado de sus progenitores, mientras que los ratones con niveles bajos o nulos de esta proteína no desarrollaron la enfermedad.
Parece, por tanto, que la escasa cantidad de esta proteína podría ser positiva tanto para evitar el Alzheimer como para evitar los efectos del envejecimiento en el cerebro humano.
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